¡¡¡Se van!!!
Lamentable es, quizá, la ausencia de mis pulgas. Las vi morir y ya ningún asunto tengo acá. Besos a las calabazas.
Soy coja de un pie.
Y manca de una mano.
Tengo un ojo tuerto.
El otro apagado.
Pican, pican. Méndigas pulgas mías luminosas.
Lamentable es, quizá, la ausencia de mis pulgas. Las vi morir y ya ningún asunto tengo acá. Besos a las calabazas.
Soy coja de un pie.
Y manca de una mano.
Tengo un ojo tuerto.
El otro apagado.
Que fue lo último que vio, dijo.
No dejé de andar cuando los pasos, entusiastas, que me llevaron a tu camino vuelto hilo de voz que me devana en múltiples contradicciones, cesaron su repetitivo balanceo. Ni dando tumbos tropecé en tu boca que de silencios constituye la única herencia que no fue descubierta por los últimos destinos. Pues resulta que me encuento con nada encontrándome. Y eso es tan terrible. Sé que esperarías por lo menos que moviera poquito las manos cuando al fin te viera, caminando tan lejano. Y otra vez resulta que no hago lo que esperarías. Resulta que te he visto pasar. Que no he movido una mano. Que permanecí inmutable hasta la ausencia.
No supe cuándo se venció. Habían pasado algunos meses, creo, y ya se veía el cielo escarlata reflejado en sus ojos. Tenía motivos, quizá, seguramente. Y los motivos siempre son plantas que trepan y se retuercen; que nos hacen cerrar fuertemente las manos cuando sostenemos algo, sin importarles si es una lata o una golondrina. Lo importante es que ellos, que le crecieron desde el estómago, fueron los que derramaron sobre mí su salvia tan amarga.
_
.
_
.
_