Tan dulce.
Algo, quizá, podría ser más dulce. Tenía años, 25 y cuatrocientos caminos andados. Una balanza de metal le orientó al máximo, haciendo del mínimo un absurdo completo/no debí virar a la izquierda, debí comprar ponche frutal/ ¿cuántas horas pasaron? 25 y cuatro minutos, dos silencios más. Tres incómodos pares de guantes. Tres cerezas que se dividen, multiplicándose como panes sacros que comerán los indigentes indigestados en la noche que se presenta fría. Una sardina. Un Benjamín cualquiera.